Fig. 1: Estado de situación de los terrenos vacantes en el barrio Yungay (color rojo): ¿Qué sucedería si estos vacíos se transforman en espacios verdes y plazas?
En diversos artículos publicados en medios de prensa escrita, se viene planteando últimamente el “grave problema” que significa la falta de suelo para la construcción de viviendas sociales en Santiago de Chile.
Tratar de imponer la noción de este “grave problema” apunta más que nada a hacer lobby en la opinión pública para empujar una modificación del Plan Regulador Metropolitano, aparentemente la única salida para revertir la ficticia escasez de suelo. No hay falta de suelo sino falta de ideas, y modificar el plan regulador es sencillamente una mala decisión urbanística.
Mala, porque no resuelve los viejos problemas que han olvidado asumir los anteriores planes al instalar crecimientos físicos en zonas de baja aptitud urbana: suelos inundables y sujetos a remoción de materiales por el norte y el poniente; suelos sujetos a yacimientos de áridos y peligrosos residuos agrícolas, por el sur. Es decir, un plan carente de previsiones que evite una vez más poner en riesgo la salud pública y el patrimonio de los habitantes.
Suelo Barato, Suburbios Inhabitables
A juzgar por los impactos negativos del modelo de crecimiento aplicado a lo largo del siglo XX, con instrumentos urbanísticos abocados principalmente a la clasificación de suelo urbanizable con justificación o sin ella, ha llegado la hora de introducir otras variables que separen la malsana dependencia del déficit de vivienda económica de la disponibilidad de suelo barato¿Por qué tienen que ser sinónimo? Para la industria inmobiliaria cualquier superficie nunca será suficiente, aunque hay un remanente de cerca de 7 mil hectáreas de suelo del PRMSmal ocupado, que podría atender de sobra las necesidades del crecimiento del área metropolitana para la próxima década.
En otras palabras, no es que falte terreno, es que las constructoras quieren hacer negocio urbanizando zonas en donde el metro cuadrado es baratísimo. ¿Qué les importa a ellos que la gente, una vez instalada, demore tres horas en movilizarse a su trabajo haciendo 4 transbordos? ¿Qué les importa a las autoridades, que rinden cuentas por casas asignadas, sin discriminar si las casas están a 50 Km del centro de la ciudad?
Mientras los temas fundiarios o del suelo se encuentren cautivos del mercado de la vivienda, no existiendo ninguna otra actividad o sector que presione a la sociedad y a las autoridades para que cada cierto tiempo la ciudad siga extendiéndose sin previsión ni límite, seguiremos construyendo un hábitat urbano cada vez de peor calidad, más atento a los beneficios que obtiene la industria del ladrillo, inflando la burbuja inmobiliaria hasta límites insospechados. Desde ya, todos los terrenos agrícolas que se volverían urbanos y aumentarían drásticamente de precio si se modifica el plano regulador, pertenecen hoy en día a grandes conglomerados que harían un tremendo negocio aunque no se adjudiquen ninguna licitación.
La siguiente imagen muestra la zona de Estación Central. En morado y violeta se marcan, respectivamente, las zonas de depósitos de buses y camiones, así como los galpones industriales. En otras palabras, hay cientos de hectáreas a 5 minutos del metro que no se usan para viviendas sino para guardar maquinaria y para la industria, una actividad que perfectamente puede hacerse lejos del centro (basta señalar que las industrias más grandes están instaladas en Panamericana Norte)
Hoy en día los índices de urbanización han aumentado dramáticamente. Pero nadie se atreve a decir que esta urbanización de la sociedad moderna se ha hecho a punta de suburbios de mala calidad, sin paisaje ni futuro; extensos tierrales urbanos en donde reina el desperdicio y el desamparo. Y sin embargo, en las áreas centrales hay más buses que personas, como en Estación Central; mas talleres que viviendas, como en Quinta Normal; más vacíos que proyectos como en el barrio Yungay; más colmenas que hogares como en Santiago Centro. La calidad de vida de las personas que habitarán los resultados de esta aberración es la última prioridad.
Potenciar los polos metropolitanos
Hasta ahora, la estrategia ha sido enfocar el crecimiento del área metropolitana como la simple expansión del radio urbano. Ya explicamos que esto sólo incentiva la especulación con los terrenos suburbanos y la generación de suburbios de mala calidad.
Pero también es mala decisión territorial por el hecho de carecer de una estrategia que vincule el crecimiento natural del área metropolitana con el sistema urbano de la Región Metropolitana, una problemática que en otros países ha sido aprovechada como oportunidad para desarrollar las localidades que por el norte y el sur principalmente rodean la gran ciudad en el radio de los 50 km por ejemplo.
Resolver la necesidad de suelo para vivienda de interés social mediante esta estrategia se nos presenta como la oportunidad para mejorar las pobres facilidades viales y abandonadas instalaciones ferroviarias. Los trenes de pasajeros a Melipilla o Til Til fueron descartados en su momento por carecer de un mercado que justificase la inversión. En vez de intentar extender Santiago hasta el Túnel Lo Prado, hagan viviendas sociales en Melipilla, pongan un automotor que instantáneamente tendrá público cautivo y le darán vida a estas ciudades dormitorio que hoy languidecen.
Hoy día se hace necesario poner límites a un tipo de crecimiento que en su avance espasmódico va dejando preocupantes problemas sin resolución, empobreciendo la calidad urbana: suelos vacantes, deterioro físico y social, viviendas vacías y usos impropios en las zonas interiores de la ciudad; amén de las 7 mil hectáreas aún remanentes del plan vigente, que también requieren la atención de parte de la autoridad ministerial.
Nota: Todas las imágenes son intervenciones de Jonás Figueroa Salas sobre aerografías de Google Earth